Cronicas del Milenio de Plata

De Muerte y de Gloria


El frío ya empezaba a envolver a Lita y Ami mientras permanecían quietas frente al Lago, después de horas y horas; "perdiendo el tiempo", diría cualquier observador casual. Pero para Ami, era un descubrimiento, una revelación única, que le cambiaría la vida para siempre. Una nueva esperanza para combatir, para entregarse, para disponerse.

Lita observaba la silueta de su amiga recortada contra el fondo luminoso del Lago de Serenidad, que reflejaba la Luz de la Tierra sobre el cielo de la Luna. Y una coloración azulosa cubrió el rostro de Ami que permanecía pasmada, paralizada, casi a punto de explotar en un mar de emociones nuevas. Sus manos estaban enlazadas, en una expresión mezcla de súplica y miedo. Una felicidad indescriptible se mezclaba con la angustia, el miedo de que todo fuera sólo un sueño, un invento de este misterioso Lago. Pero ese temor duró sólo unos minutos; si algo tenía ese lugar en donde estaban era una clara sensación de confianza, de honestidad.

- ¿A quién recordabas? - preguntó al fin su amiga, intrigada ahora por la expresión de Ami.

- Tú debes saberlo - dijo Ami mirando todavía hacia el Lago, un poco avergonzada -; a un amigo... muy especial

- Me estás mintiendo, tontita. Basta con mirarte a los ojos para darse cuenta...

- Tenías razón, amiga mía - dijo Ami mirando ahora a Lita con ternura -. Nadie que vea este Lago volverá a ser el mismo. No sabrás nunca lo importante de estas visiones.

Abrazando fuertemente a su amiga, Ami apoyó su rostro contra el pecho de Lita y lloró, lloró con fuerza, como un niño que se ha aguantado la pena por mucho tiempo y de repente suelta todo lo que tenía dentro; era una sensación única y liberadora. Lita en tanto estaba perpleja, y aunque no entendía en absoluto esta inusual reacción en Ami, la acogió como una madre cariñosa acogería a su hijo en esas circunstancias. Estuvieron así por unos dos minutos, hasta que Lita no soportó la curiosidad e interrogó a su amiga:

- Es sobre tu príncipe azul, ¿no?. - Ami asintió con la cabeza, sin levantarla todavía - Entonces no hay razón para estar triste. ¡Ánimo!, hoy vas a verlo, recuerda...

- ¿Hoy... vendrá Heracler? - preguntó Ami levantando por primera vez su cabeza. - ¿Esta misma noche?

- Sí, niñita, sí - dijo Lita haciéndole cariño en el pelo -. Te lo he dicho unas cien veces, ¿Todavía no me crees?, además, ¡Esa fue la razón por la que viniste a esta fiesta!

El corazón de Ami saltó de pronto, acelerando a una velocidad asombrosa. Estaba feliz, pero muy inquieta. Miraba a su amiga Lita con una sonrisa medio nerviosa, sin saber qué decir por el momento. La experiencia del Lago y la noticia de la llegada de Heracler fue una suma de emociones muy difíciles de controlar para Ami, lo que explicaba su estado, pero Lita no sabía que su amiga acababa hacía sólo diez minutos de conocer todo su pasado en el Milenio de Plata, lo que la tenía confundida de sobremanera y sólo se lo explicaba por el típico nerviosismo que Ami demostraba en las fiestas.

Regresaron juntas al palacio y por el mismo camino que habían usado para llegar al Lago. Ami recordaba sus primeras impresiones al pasar por el Jardín del palacio de la Luna hacía unas horas, y le parecieron años. Ahora era otra persona, lo sabía muy bien, y dentro de poco se encontraría con Heracler...¡y eso era lo que en realidad le ocupaba el corazón en ese momento!

Pero para sorpresa de ambas, no sólo ellas habían cambiado mientras miraban el Lago de serenidad; a medida que subían las escaleras, un par de gatos, uno blanco y otro negro, corrían a través de los pasillos en dirección a la Reina Serenity causando un gran alboroto. Una vez que pudieron escucharlos, Ami y Lita se paralizaron de espanto: eran Luna y Artemis, dos gatos de la corte Real del Milenio de Plata, que gritaban a todo pulmón:

Estamos en problemas... ¡Estamos en SERIOS problemas!

Toda la gente que alcanzó a escucharlos captó de inmediato lo urgente de la situación; Luna y Artemis estaban al tanto de todo lo que ocurría en el Sistema Solar, y si ellos reconocían que había problemas era porque REALMENTE algo terrible estaba pasando. Se escucharon fuertes murmullos e incluso gritos y llantos. La música cesó y la Reina Serenity cambió su expresión de inmediato; casi alcanzaba a leer en los ojos de Luna las malas nuevas.

- ¡Mi Reina! - dijo Luna cuando llegó frente a Serenity con una pequeña reverencia - Estamos siendo atacados.

- No respetaron ni siquiera sus propios tratados - dijo con voz tensa -; reúnan a las Sailor Scouts y busquen a la princesa de inmediato. Artemis, lleva a los invitados a un lugar seguro.

- De inmediato, Su Majestad - respondió el gato de color blanco.

Mientras la gente seguía a Artemis hacia uno de los pasillos centrales, Luna se dirigió a Lita rápidamente y le clavó una mirada grave. Un ataque significaba que su hermano en ese momento corría peligro de muerte, y Ami también lo sabía. Pero nadie imaginaba en ese momento la magnitud del peligro, ni siquiera Serenity, y la noticia de Luna cayó como una sentencia cruel e inesperada.

- Luna, no vengas con rodeos - se adelantó a preguntar Lita -. Dime qué ocurrió con la guardia real de Serenity...

- Fueron llamados a reforzar las defensas. Pero es un intento desesperado; no creo que puedan detener a Malakite.

- ¿Qué? - respondió espantada Lita - ¿Malakite está aquí en la Luna?, pero ¿Es que están trayendo a los peores demonios de la Tierra?

- Están atacando por cuatro frentes - dijo Luna -, nos están rodeando irremediablemente. Y no sólo está Malakite; me informaron que los otros tres generales están aquí, junto con Beryl...

- Pero eso es... ¡Imposible!

- ¡Han roto todos los tratados! - gritó Luna - Quieren aniquilarnos y van a lograrlo si no hacemos algo pronto...

Rápidamente llegó Artemis con Rei y Mina. Ambas estaban nerviosas y angustiadas, pero tenían sus broches de transformación y estaban listas para cualquier cosa. Y aún no se había dicho todo...

- ¡Luna, soy portador de terribles nuevas! - dijo Artemis, jadeante -. Han barrido nuestras defensas.. ¡Beryl ya está aquí!

Todas menos Lita se mostraron desesperadas y sus caras parecían desfiguradas por la angustia. Nada las podría haber preparado para ésto, la peor noticia de todas sus vidas: con las defensas caídas y con Beryl en el mismo palacio de la Luna, el Milenio de plata estaba sentenciado, así como la Reina Serenity y todo aquello en lo que habían creído y habían consagrado sus vidas. De entre todas las Sailor, fue Ami la más afectada; cayó al suelo de rodillas, sin poder contener el dolor que le causaba perder todo lo que recién había descubierto...

- ¿Quedó algún sobreviviente de la guardia real...? - preguntó Lita, con los puño apretados y temblando de ira

- Pelearon hasta el último hombre - dijo Artemis, bajando la cabeza, estre sollozos -. Tu hermano fue un valiente: se batió con Malakite en singular combate... y cayó, luchando.

Ami sintió en ese momento que una gran nube cubría sus ojos, mareándola, haciéndole perder el equilibrio y el sentido. Se podría haber desmayado en ese mismo instante si no fuera porque Rei estaba allí para sostenerla. De inmediato pensó en sus proyectos con Heracler, en las promesas que se habían hecho, en toda la nueva vida que habían descubierto juntos. Volviendo a la realidad de pronto, escuchó lejanamente los gritos y las explosiones, sintió la desesperación que empezaba a reinar y el apremio de sus amigas por hacer algo. Y sin soportar más, se cubrió el rostro y estalló en llanto, desesperada.

No, no podía ser posible. Lo que casi más quería en su vida, una de sus mayores razones para combatir, era poder verlo de nuevo. Lo amaba más que a nadie, y había sido capaz de dejar su planeta, sus padres y todo lo que tenía por seguirlo. Ya nada parecía tener sentido ahora, ya nada le importaba en lo más mínimo; ni los gritos de angustia de la gente, ni el Milenio de Plata, ni sus amigas. Heracler estaba muerto; su primer amor, su único y gran amor en toda la vida estaba muerto.

Fue así que Ami sintió en carne propia la peor y más profunda arma de la Negafuerza: la desesperación. De una manera furtiva, este sentimiento se estaba apoderando de su corazón, haciéndola insensible al dolor de los demás. Y no sólo ella, sino la mayoría de los guerreros del Milenio de Plata habían sentido ésto, y muchos huyeron aterrados antes de iniciar la batalla. Pero el espíritu de Ami era fuerte, especialmente en los momentos difíciles, y todavía estaba dando una dura lucha interna; así, lejanamente, muy en lo profundo, sintió una llamada al sacrificio, a la entrega, al olvidarse de uno mismo...

Ami estaba debatiéndose entre estas dos mociones cuando Lita, cansada de verla llorar en el suelo, se dirige hacia ella, la levanta con brusquedad y le da una fuerte bofetada que deja atónitas a todas...

- ¡No ofendas la memoria de mi hermano con tus lloriqueos! - dijo con voz autoritaria -. Él te amaba más que a nadie en el mundo y no hubiese esperado que reaccionaras de una manera tan pusilánime. Él dió su vida por lo que más amaba, por tí, por el Milenio de Plata y por todos nosotros. ¡Tú eres una Sailor! - dijo con voz más fuerte -, debes defender a la Reina con tu vida... eso es lo que Heracler querría que hicieras.

La palabra Sacriventu jamás había tenido tanto sentido para Ami hasta ese día. Entendía en carne propia ahora el mensaje de amor y sacrificio que el gesto de Heracler le estaba enseñando. Él no la había abandonado, todo lo contrario; había sido fiel hasta el final a su amor y a su ideal más profundo. Esa era SU forma de ser feliz, la única forma verdadera de ser feliz. Ami estaba deshecha, con el corazón en pedazos, pero una pequeña luz empezó a encenderse dentro de sus ojos: Lita tenía razón. Llorar no haría regresar a Heracler, y ellas aún estaban vivas y tenían una misión urgente que cumplir. No podían tardar un sólo segundo más.

Levantándose y sacando con energía su broche de transformación de entre sus ropas, Ami limpió sus lágrimas y miró a su amiga que se alzaba como un guerrero terrible y majestuoso. El resto de sus amigas también cambiaron de aspecto, parecían más grandes, más maduras, más nobles y fuertes que nunca. Entonces, dijo, con voz clara:

- Sacriven-tu Karma ser...

- Gîn terhüm Clamda - respondieron todas, blandiendo sus broches.

Convertidas en Sailor, las cuatro guerreras corrieron al patio donde se estaba desarrollando la batalla. El espectáculo era tal cual lo había descrito Artemis, pero vivirlo en carne propia helaba la sangre del más valiente; Beryl se alzaba poderosa y terrible mientras los demonios asolaban el paisaje destruyendo todo a su paso, derrumbando torres, casas, murallas y cualquier cosa que encontraran. Ya no quedaban guerreros que defendieran el palacio, y las Sailor se vieron rodeadas al instante. Iniciaron un breve ataque que no fue más que una pequeña pausa en todo ese apocalipsis; superadas en número, no cabía más que esperar la muerte luchando.

En medio de esa última batalla, Venus alcanzó a mirar al balcón principal y divisó a Serena, la princesa de la Luna. Estaba con Endimion, que libraba desigual combate contra Beryl en defensa de su amada. Venus no pudo evitar hacer una comparación en ese momento.

- Ami, no eres la única... Serena correrá tu mismo destino.

Serenity no aparecía y Serena estaba en serio peligro de muerte. Como no podían detener a los demonios de ninguna manera, decidieron hacer un acto desesperado; se lanzarían directamente contra Beryl, para dar su vida defendiendo a la princesa. De esa manera, se abrieron paso hasta encarar a la Reina de la Tierra, que se encontraba frente a Serena dispuesta a matarla... Pero a pesar de que lograron pasar a duras penas a través del ejército enemigo, nada pudieron con el obstáculo que se les puso en frente en ese momento. Cerrándoles el paso terminantemente se encontraba ahora la mismísima Negafuerza, la causante de todos los males...

Las Sailor nunca olvidaron el cruel momento en que vieron cara a cara a la Negafuerza. Sintieron la podredumbre, la rabia, el odio que componía hasta la última partícula de este ser. Sin ninguna posibilidad de redención ni arrepentimiento, destruía y envenenaba todos los corazones que encontraba. Odiaba por sobre todo la belleza y el orden del Milenio de Plata, y gozaba internamente con la destrucción que ahora causaba. Todas las Sailor notaron ese negro gozo y se estremecieron de terror, pues nunca habían luchado contra un enemigo que no conociera la piedad.

Antes de atacar, Ami hizo un breve cálculo con su computadora, mientras sus amigas se preparaban mental y físicamente para dar su último ataque. Ami sabía muy bien cómo estimar el poder de un enemigo, pero las lecturas de su computadora parecían trastornadas. Toda la fuerza de las cuatro guerreras Sailor juntas era insignificante, miserable en comparación con el poder que parecía mostrar la Negafuerza en ese momento. No había absolutamente nada que hacer.

- Ami, te estamos esperando... - dijo Mina -, dinos si tenemos alguna oportunidad...

- Tenemos que unir nuestros ataques; quizás así podamos darle un poco más de tiempo a la Reina Serenity.

Lita, entendiendo la situación en la que se encontraban,se acercó a sus amigas, unió su mano con las de ellas en un fuerte y breve apretón y les dijo:

- Fue un honor haberlas conocido, y será un honor mucho mayor morir luchando junto a ustedes.

Las demás asintieron y, sonrientes, se pusieron en posición de combate. Por un momento la Negafuerza dudó, pues las cuatro guerreras brillaban como estrellas en una noche clara. Sus poderes surgieron como una terrible tormenta y mezclaron rabia, amor, angustia, valor, todo en una sola cosa: el trueno de Júpiter, las burbujas de Mercurio, El rayo creciente de Venus y el Fuego de Marte. Sintieron cómo la euforia se confundía con sus deseos más profundos de salvar a los que más querían, y tuvieron la sensación de que nunca, nunca se sentirían tan unidas como en ese momento. Supieron que ya no importaba ganar o perder, estaban cumpliendo con su labor y pronto todo terminaría.

Sin siquiera demostrar una reacción frente al ataque, la Negafuerza permaneció frente a las Sailor desafiante e intacta, casi jactándose de su poder. Y repentinamente, sin realizar ningún esfuerzo, desató su furia contra las cuatro guerreras en un único ataque que las dejó al borde de la muerte. Pudo haberlas matado en ese mismo momento, pero era demasiado perversa para privarse del gozo de verlas sufrir ante la espantosa escena que tenían ahora delante de ellas; sin defensa y sin ayuda de Endimion, Serena había sido asesinada a manos de Beryl.

Pero las Sailor no le dieron ese placer. Sabían que Serena había muerto amando a Endimion, y que había sido infinitamente feliz mientras lo había conocido. Y que además podría haber huído o incluso haber pedido clemencia, pero se rehusó por amor a Endimion y a su Reino. Por eso, murieron sin lágrimas en los ojos, sin miedo, sin desesperación. Y triunfaron frente a ese último y cobarde ataque de la Negafuerza.

La luz que unos momentos después cubrió a las Sailor transmitía un calor especial, una sensación esperanzadora. Al principio no la entendieron y muchas pensaron que era la muerte, pero se equivocaron. El poder del Cristal de Plata liberado por la Reina Serenity barrió con la Negafuerza y con todo el ejército de Beryl... y aunque cobró la vida de la hermosa Reina, también ésta hizo su sacrificio con alegría, pues su muerte sirvió para dar vida a los otros, a los que más amaba...


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Creado por: Leo Valencia